Capítulo publicado en: Derecho Administrativo e integración europea

La acreditación de titulaciones y de profesorado universitario

Rafael Caballero Sánchez

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Por ahora las acreditaciones han resultado ser indicadores de una calidad excesivamente formal, que a veces es lejana a la real, y no han facilitado la movilidad en el estamento docente universitario, que sigue funcionando con esquemas puros de cooptación, aunque aderezados por una serie de formalidades, como es el hecho de contar con el sello de la acreditación. Sin duda es positivo que, definitivamente, hayamos entrado de lleno en la era de la evaluación del sistema universitario y de sus elementos. Aunque está por ver si esa cultura3 saca a nuestra universidad de su ensimismamiento y estimula la rendición de cuentas efectiva a la sociedad, elevando el nivel de calidad del servicio que presta.

Evaluar bien no es nada sencillo y el virus de la endogamia penetra sibilinamente en los engranajes de toda nueva maquinaria para conseguir que, como en la célebre frase del Gatopardo, todo cambie para que todo siga igual. En todo caso, una de las consecuencias de estos cambios ha sido la irrupción de un nuevo sujeto en el panorama de la educación superior: las agencias de evaluación, a las que se encomienda esa tarea capital de acreditar la calidad de las piezas básicas del sistema universitario, con independencia y de acuerdo con parámetros contrastados de calidad. Estas entidades se han erigido en poderosas organizaciones que condicionan el desarrollo de la actividad universitaria y la carrera académica de los docentes universitarios.